Quien haya tenido la oportunidad de sintonizar una frecuencia aeronáutica en su radio, y después de escuchar la fraseología técnica escueta y esterilizada de las comunicaciones entre aviones y dependencias de control, podrá imaginarse la sobriedad absoluta del desempeño de los controladores aéreos, caracterizadas por frases cortas, rápidas, y encriptadas, pronunciadas sin acento, casi como en voz sintetizada electrónicamente, como cuando llamamos por teléfono a la muñequita de la hora.
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- Hotel kilo tres cero cero uno, suba y mantenga dos uno cero, pendiente autorización para ascender a dos tres cero .
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- Roger control: subo a dos uno cero y cu a pé para dos tres cero
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- Hotel kilo tres cero cero uno, autorización correcta
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Cuando yo era niño mi papá tenía un radio multibandas de transistores, qué maravilla (en esa época) y yo sintonizaba onda corta, media y larga, y entre otras transmisiones, a veces captaba la banda del aeropuerto. Yo imaginaba a los propietarios de esas voces como algo parecido a astronautas que vestían como James Bond, bebían vodka martini como James Bond, andaban en aston martin como James Bond, y eran flemáticos como James Bond, aunque no tenían pistola (no como James Bond).
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Cuando llegué la primera vez a la oficina de control, (la de área y aproximación de El Dorado, en Bogotá) yo procuraba mantener una gravedad como la requerida para el funeral de un mandatario, poco tiempo pasó antes de que yo me enterera de que ellos eran joviales, eran humanos como yo, ninguno vestía como James Bond, (aunque si con corbata), o bebían vodka-martini, ni conducían un aston-martin o eran flemáticos pesados e impotables; pero como tampoco cargaban una pistola PPK, en eso si acerté, lo único. No se parecían al agente secreto al servicio de su majestad.
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En todo caso, muy lejos de ser unos pesados, pedantes, estirados y difíciles de tragar sin pasarlos por el molino, se parecían mucho a mi vecino. Cada uno tenía su talento o su defecto ( léase excentricidad). Ciertamente el controlador aéreo, además de controlador aéreo tiene otras facultades que no se certifican en una universidad, pero algunas se pueden certificar en una clínica psiquiátrica: un controlador puede ser brujo, adivino, piloto de carreras, cuentahuesos, dibujante, poeta de medio pelo, peluquero de pelo entero, y un etcétera tan grande que no cabría en la web.
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Bueno como decía, no se parecen a lo que uno se imagina cuando escucha el radio: el tigre no es como lo pintan. A un piloto le ocurrió alguna vez esto (no diré cual para proteger al inocente) con una controladora (tampoco la delataré, ella sigue inocente): ella tiene una voz perfecta para una línea caliente, reguau, sexy, sensual , ¿me hago entender? que sería la envidia de un encantador de serpientes. El piloto de la referencia la imaginaba alta, delgada con curvas de modelo, rubia y voluptuosa: una venus, una reina ideal, Nefertiti no le llegaba a los talones.
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No resistió la curiosidad, ya que se estaba enamorando de esssa vozzz!. Decidió entonces, eso si, muy precavidamente, conocerla sin que ella lo supiera, astuto; cualquier día él estuvo mucho tiempo en tierra, por algún cierre del aeropuerto de destino, y casualmente ese día ella estaba derritiendo hielo con su voz en las cabinas, en un momento dado él notó el cambio de esa voz provocadora por otra como de barítono, o mejor, bajo, que parecía el mujido de una vaca con catarro, en el radio de la oficina de la aerolínea; decidió preguntarle a un controlador que conocía ¿donde podría conocerla sin que ella lo supiera?.
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Lo acompañé... digo... un controlador AMIGO MIO lo acompañó hasta la cafetería dónde sabía que ella compraba su café y con disimulo se situó junto a ella mientras compraban café tinto y un espesso. No es necesario describir la desilusión del piloto cuando junto a él vió a una chiquitina, gordita, con cabello crespo, gafas como para ver el futuro y la piel llena de agujeritos. Efectivamente ella nunca se enteró de esto... y él se curó de su imaginación febril.
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Del mismo modo todo controlador tiene una imagen que le asigna la mente y otra muy diferente que le asigna la naturaleza. Lejos de ser esos héroes de cine, los controladores son gente como usted. Una de esas características que primero se diluye en el vasto mar de la realidad es la aparente seriedad británica que denota la radio; dejan de ser los tipazos altos, galanes en frac para convertirse en el fulanito chiquitin, gordito, crespo, gafufo y con acné.
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Mucha gente hace bromas: las hay suaves, pesadas, pesadísimas... y las de los controladores aéreos: son muy ingeniosas pero a veces detestables. Por ejemplo esta joya de la cual me enteré cuando hacía de observador durante el curso básico, directamente de uno de los perpetradores quien no paraba de reir mientras me refería esta historia. El que a solas se rie de sus picardías se acuerda, dice el sabio refrán.
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Se casaría un compañero de la oficina, por lo cual decidieron hacerle una despedida de soltero, y...bueno... las despedidas de soltero no son con malteadas; hay excesos en la mayoría de ellas, y ésta no iba a ser la excepción. Todos se excedieron en muchas cosas, entre otras en la ingesta de licores. Obviamente la inteligencia de los actos es inversamente proporcional al cuadrado de la cantidad de licor ingerido multiplicada por la euforia producida.
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Dejando de lado las matemáticas avanzadas y continuando con la historia de la "bromita", pasó pues que el hombre se durmió (pecado capital: dormirse en la fiesta) y los demás decidieron llevarlo de regreso al aeropuerto, pero no a la oficina o la sala de descanso, lo cual hubiera sido más caritativo. No. Lo llevaron a la bodega de una empresa de carga, cuyo nombre no me informaron (igual, si lo hubieran hecho no lo diría, aunque la compañía ya no exista), y con la complicidad de un piloto de allí (en esa época había más contacto y camaradería entre tripulaciones y controladores) lo embarcaron desde el aeropuerto de Bogotá hasta el de Cali en un vuelo de carga de esa compañía , como si fuera parte del flete. El viaje debió ser muy cómodo y tranquilo porque el hombre durmió como un angelito; allá fué dejado en la oficina de la compañía, en espera de ser reclamado.
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La reclamación la hizo al dia siguiente, en Bogotá, la novia desairada después del plantón, no puedo culparla, en medio de un horroroso dolor de cabeza, acompañado de náusea y taquicardia, enfermedad conocida como guayabo o resaca. y amenizado por las recriminaciones de los suegros y los cuñados que, dicho sea de paso, no debían sentirse muy divertidos con las explicaciones.
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Mis bromas que mi jefe llamaba "pachunas", me permitían endosarle a otro muy de malas mi estrés y el de los demás, ya que el control aéreo es muy tensionante. De todos modos a mi me hicieron también bromas muy pesadas y nunca supe de donde venían. Como cuando, aquella ocasión que después del almuerzo regresé a buscar mi cepillo y crema dental en mi locker al lado de la oficina, casualmente mi jefe me llamó a su despacho para algún asunto que no recuerdo, y dejé ambas cosas sobre la mesa de la sala de radar pues ya las había extraído de entre mis cosas. Cinco minutos más tarde recogí mis elementos, salí de la sala y al cerrar la puerta detrás mío escuché las carcajadas de mis compañeros, No presté atención pues no imaginé en ese momento que yo sería víctima de una jugarreta: la suerte estaba echada, yo había mordido el anzuelo. En el lavamanos apreté el tubo metálico de dentífrico y salió disparado un tapón hecho con la misma crema del tubo y detrás saltó un chorro de tinta para sellos, quedé con el brazo izquierdo y la mano hermosamente manchados de azul oscuro, como una extraña vaca sicodélica, por varias semanas. Me vi obligado a comprar camisas de manga larga.
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Esta otra podría haberme costado el puesto o alguno que otro diente; pero terminó de una manera más bien cómica, teniendo en cuenta que la victima fue mi propio jefe y se enteró del autor.
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En aquellos días se podía fumar en la oficina y yo mantenía mi paquete de cigarrillos sobre la consola, pero cuando yo no lo tenía a la vista, algún tacaño que no quería gastar en los suyos me robaba tres o cuatro y esto me tenía mortificado. Aquella mañana había muy poco tránsito, muy aburrido, así que no teniendo mucho que hacer pedí permiso y salí a comprar algunos chocolates, de esos que vienen empacados en un hermoso papel de aluminio de colores brillantes, para compartir con mis dos compañeros de la oficina de ruta.
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Al regresar, obviamente me faltaban algunos cigarrillos de la cajetilla y eso me molestó, pero como todos decían no haber visto quien los había tomado nada podía hacer, así que desempaqué mi chocolate y lo llevé a mi boca, mientras tomé el papel aluminio en que venía empacado para arrojarlo al cesto de la basura, pero antes de hacer una bolita con él detuve la vista sobre la cajita de fósforos que tenía junto al paquete y de nuevo me concentré en el papel brillante en mi mano. Mi diablillo personal me insinuó una venganza cruel, ¡uajajaja! y mi angelito dormía como...un angelito.
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-¡Hey!, no boten el papel que me sirve - me apresuré a pedirles
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Ellos obedecieron y los preservaron. Tenía, pues, todo lo que necesitaba: tres cuadrados de papel de aluminio, o foil que llaman algunos, de cuatro por cuatro centímetros, de colores brillantes; combustible en los fósforos o cerillos, una mina de lapicero que me servía de maravillas para darle forma a…tres poderosos explosivos para cigarrillo del tipo "Hágalo usted mismo"… y nada de tránsito, es decir, todo el tiempo del mundo.
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Tomé algunos cerillos y les corté la roja cabeza inflamable y aprovechando el vidrio que cubría la superficie de un escritorio los trituré finamente con la ayuda de una botella de refresco que usé como rodillo para aplastarlos, cuidando de no incendiar el material porque arde fieramente y así mismo quema.
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Luego fabriqué un tubito con el papel de aluminio usando como molde la minita de mi lapicero, rematando un extremo al enrollarlo sobre si mismo, y luego saqué el tubo de la mina de tinta quedando un pequeño tubito de papel aluminio de dos o tres milímetros de diámetro. Con la ayuda de un trozo de papel fabriqué un cucurucho con el vértice abierto para usarlo a manera de embudo y con su ayuda introducir el polvo de los cerillos dentro del tubito de aluminio: No sé cuantos cerillos puse dentro de este pequeño explosivo pero sé que fueron muchos. Apreté el polvillo con la punta de la mina de tinta y cerré retorciendo el extremo del tubito, el cual quedó con dos punticas muy agudas lo que facilitó introducirlos en un cigarro.
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Mis compañeros me miraban sin decir palabra, tal vez pensarían que jugaba algún extraño juego solitario. Hice otros dos explosivos y los guardé dentro del escritorio. Coloqué el explosivo dentro de un cigarro empujándolo suavemente hacia dentro y devolví el cigarro a dentro de la cajetilla, pero para asegurarme de que lo tomara el robacigarros, dejé tres de ellos algo fuera del paquete, uno de ellos, el trucado, más salido del resto.
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Todo este trabajo me dio sed y pedí permiso para salir a beber un refresco. En el camino olvidé todo el asunto y charlé con alguna amigas de las aerolíneas, leí una revista, caminé… me despreocupé por completo de mis cigarrillos. Al regresar noté cierto alboroto en las oficinas alrededor de la mía pero no presté atención; abrí la puerta de mi oficina y nada más me vieron mis compañeros soltaron una carcajada sonora al mismo tiempo. No entendí qué ocurría, pero supuse que algún tacaño había caido.
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Tomó algo de tiempo para que dejaran de reir. Por fin Enrique me dijo, con risas mal reprimidas:
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-Entró el jefe de la torre, Papá Tango, y nos preguntó.... - Explotó en carcajadas incontenibles y todos lo siguieron -¿cómo iban las cosas?, le respondimos que bien y de repente tomó el cigarrillo al que le pusiste el explosivo. - de nuevo rieron como locos - No nos atrevimos a hablar para no dañar el truco. - Nueva Carcajada, yo ya presentía que mi puesto de trabajo no demoraría en quedar vacante- . Siguió hablándonos y lo encendió , ja ja ja ja ji ji ji jo jo jo... y le pegó un buen pitazo- - reían como un niño en un circo, ruidosamente– Ni nos atrevíamos a mirarnos entre nosotros para no reir... Salíó, cerró la puerta y... sonó un... estallido tan violento que al abrir vimos el pasillo lleno de humo azul, ja ja ja ja ji ji ji jo jo jo... al jefe parado mudo mirando al espacio, quieto como una estatua y el cigarrillo abierto como cáscara de banano en la boca , ja ja ja ja ji ji ji jo jo jo, lo mejor es que llegó el vigilante corriendo con el revólver en la mano y toda la gente de las oficinas salíó y vió al jefe paralizado – nueva carcajada; yo reí hasta llorar.
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Al siguiente dia me llamó el jefe a su oficina:
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-No me gustan las bromas pachunas, y menos con explosivos – Yo trataba de reprimir mi risa – no se ría que no es gracioso –
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Me costaba trababjo obedecerle, por fin pude decirle de manera tan calmada como pude.
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-Jefe, discúlpeme, la broma no era para usted, sólo que usted de casualidad tomó precisamente el cigarrillo trucado.
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-¿Ah, si? Apuesto a que tiene más explosivos.
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-No señor, no tengo más.
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-Es que...- dijo bajando la voz - tengo una reunión y quiero asustar a unos amigos.
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-Bien jefe ya se los triago – dije a las carcajadas –
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-Bien chico, pero no le cuente a nadie porque entonces le inicio un proceso diciplinario.
. No contaré más de mis bromas porque mi seguro de vida no cubre venganzas o asonadas, tal vez me anime hacerlo cuando haya muerto la última de las víctimas de mis chanzas.
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